miércoles, 27 de marzo de 2013

La peligrosa vinculación del escrache con el terrorismo

Como es bien sabido, es el tema de moda estos días, las Plataformas de Afectados por la Hipoteca están llevando a cabo una novedosa estrategia de presión, importada de Argentina, que llaman escrache. Comprendo que sea controvertida y genere reservas: Es una novedosa forma de protesta política que llega a los límites de la privacidad y la intimidad individual, en este caso, de los diputados depositarios de la soberanía popular (con escaso acierto por su parte, es importante recordarlo). Se trata de trasladar al ámbito privado de los legisladores las protestas y reclamaciones políticas que se canalizaban hasta el momento a través de las consabidas manifestaciones que ocupan, con nulo éxito, día sí y día también la vía pública.
Es importante reconocerlo, las huelgas y manifestaciones, paradigma reconocido de la protesta democrática, proveniente de las luchas obreras decimonónicas, están más que amortizadas. Son obsoletas como forma de presión, vaya. Su sentido era y es molestar para presionar, debido a la imposibilidad de lograr un mínimo de caso por otros canales. Hoy se ha convertido en parte del ritual democrático y el poder está acostumbrado a ignorarlas hasta el punto de que no tiene reparos en recurrir a ellas para buscar la legitimidad de sus propias reivindicaciones. Cómo olvidar a Artur Mas y los suyos dando toda facilidad logística a sus manifestaciones desde el poder para lograr alardes contables. La disparidad de asistentes a las manifestaciones es una de las consecuencias banales de la degeneración y decadencia de esta forma de protesta.
Las huelgas y manifestaciones, pues, están obsoletas, ya no sirven de nada, no presionan a nadie. Y los escraches de marras no son más que su evolución, un intento de que efectivamente el poder legislativo se sienta presionado, cuanto menos, a nivel personal, diputado a diputado. Es interesante porque vincula directamente al diputado con el pueblo que teóricamente representa y del que tan alejado se encuentra en el cómodo anonimato de las estructuras de su partido. Es decir, en la degeneración democrática en que vivimos, el diputado representa (responde ante) más (incluso únicamente) a su partido que al propio pueblo. Por lo tanto, los escraches son una respuesta al déficit representativo de un sistema teóricamente democrático. Que sean efectivos ya es harina de otro costal. Está por ver y, cuanto menos, de momento lo que están logrando es que se aleje la atención del drama del abusivo y perverso sistema hipotecario español, para que hablemos de la propia práctica de los escraches.
La reacción del Partido Popular (y podríamos decir, no sin sorna, pero probablemente con fundamento, del entorno del Partido Popular) ha sido emprender una perversa pero sobre todo peligrosa campaña mediática de relacionar las Plataformas de Afectados por la Hipoteca con ETA. Sin duda, los miembros de las PAH se deben sentir ofendidos y difamados. Quizá esto del escrache sea ilegal, especialmente en función de como se hayan logrado datos que sean privados y propios de la intimidad del individuo, como puede ser el domicilio de cualquier persona. Pero considerarlo terrorismo está totalmente fuera de lugar.
De hecho, los que principalmente se deberían ofender y preocupar son las verdaderas víctimas de un terrorismo que, en España, recordemos, no ha sido una tontería. En primer lugar, no se puede banalizar los estragos del terrorismo. No es, ni por asomo, lo mismo que ronde tu domicilio un grupo que arma barullo reclamando determinadas medidas legislativas, es decir, que le monten a determinados diputados manis de proximidad, que actos terroristas como amenazas, agresiones, asesinatos... Plantearlo es banalizar el sufrimiento de las verdaderas víctimas del terrorismo. Por otro lado, y aún más peligroso, vincular con el terrorismo las demandas de un colectivo que goza ampliamente de la solidaridad de la sociedad, puede hacer que se relativice la propia maldad del terrorismo, especialmente en un contexto de deslegitimización del actual régimen.
El PP, en su habitual estrategia del avestruz, quizá logre a corto plazo deslegitimizar a las PAH. Pero a costa de banalizar y relativizar el terrorismo y agrandar aún más si cabe el descrédito del actual sistema democrático (hasta el punto de que cada vez me cuesta más referirme al actual régimen como democrático). Sin duda, el PP es una parte primordial del problema político y económico que vivimos, pero tampoco innovaciones como el escrache van a ser la solución. La democracia, el verdadero poder del pueblo, no se basa en la protesta ni en la presión, sino que quien ostenta el poder, realmente represente los intereses de la mayoría. Y eso pasa por construir una alternativa capaz de alzarse con los votos de la mayoría que realmente represente la mayoría.