Como es bien sabido, es
el tema de moda estos días, las Plataformas de Afectados por la
Hipoteca están llevando a cabo una novedosa estrategia de presión,
importada de Argentina, que llaman escrache. Comprendo que sea
controvertida y genere reservas: Es una novedosa forma de protesta
política que llega a los límites de la privacidad y la intimidad
individual, en este caso, de los diputados depositarios de la
soberanía popular (con escaso acierto por su parte, es importante
recordarlo). Se trata de trasladar al ámbito privado de los
legisladores las protestas y reclamaciones políticas que se
canalizaban hasta el momento a través de las consabidas
manifestaciones que ocupan, con nulo éxito, día sí y día también
la vía pública.
Es importante
reconocerlo, las huelgas y manifestaciones, paradigma reconocido de
la protesta democrática, proveniente de las luchas obreras
decimonónicas, están más que amortizadas. Son obsoletas como forma
de presión, vaya. Su sentido era y es molestar para presionar,
debido a la imposibilidad de lograr un mínimo de caso por otros
canales. Hoy se ha convertido en parte del ritual democrático y el
poder está acostumbrado a ignorarlas hasta el punto de que no tiene
reparos en recurrir a ellas para buscar la legitimidad de sus propias
reivindicaciones. Cómo olvidar a Artur Mas y los suyos dando toda
facilidad logística a sus manifestaciones desde el poder para lograr
alardes contables. La disparidad de asistentes a las manifestaciones
es una de las consecuencias banales de la degeneración y decadencia
de esta forma de protesta.
Las huelgas y
manifestaciones, pues, están obsoletas, ya no sirven de nada, no
presionan a nadie. Y los escraches de marras no son más que su
evolución, un intento de que efectivamente el poder legislativo se
sienta presionado, cuanto menos, a nivel personal, diputado a
diputado. Es interesante porque vincula directamente al diputado con
el pueblo que teóricamente representa y del que tan alejado se
encuentra en el cómodo anonimato de las estructuras de su partido.
Es decir, en la degeneración democrática en que vivimos, el
diputado representa (responde ante) más (incluso únicamente) a su
partido que al propio pueblo. Por lo tanto, los escraches son una
respuesta al déficit representativo de un sistema teóricamente
democrático. Que sean efectivos ya es harina de otro costal. Está
por ver y, cuanto menos, de momento lo que están logrando es que se
aleje la atención del drama del abusivo y perverso sistema
hipotecario español, para que hablemos de la propia práctica de los
escraches.
La reacción del
Partido Popular (y podríamos decir, no sin sorna, pero probablemente
con fundamento, del entorno del Partido Popular) ha sido emprender
una perversa pero sobre todo peligrosa campaña mediática de
relacionar las Plataformas de Afectados por la Hipoteca con ETA. Sin
duda, los miembros de las PAH se deben sentir ofendidos y difamados.
Quizá esto del escrache sea ilegal, especialmente en función de
como se hayan logrado datos que sean privados y propios de la
intimidad del individuo, como puede ser el domicilio de cualquier
persona. Pero considerarlo terrorismo está totalmente fuera de
lugar.
De hecho, los que
principalmente se deberían ofender y preocupar son las verdaderas
víctimas de un terrorismo que, en España, recordemos, no ha sido
una tontería. En primer lugar, no se puede banalizar los estragos
del terrorismo. No es, ni por asomo, lo mismo que ronde tu domicilio
un grupo que arma barullo reclamando determinadas medidas
legislativas, es decir, que le monten a determinados diputados manis
de proximidad, que actos terroristas como amenazas, agresiones,
asesinatos... Plantearlo es banalizar el sufrimiento de las
verdaderas víctimas del terrorismo. Por otro lado, y aún más
peligroso, vincular con el terrorismo las demandas de un colectivo
que goza ampliamente de la solidaridad de la sociedad, puede hacer
que se relativice la propia maldad del terrorismo, especialmente en
un contexto de deslegitimización del actual régimen.
El PP, en su habitual
estrategia del avestruz, quizá logre a corto plazo deslegitimizar a
las PAH. Pero a costa de banalizar y relativizar el terrorismo y
agrandar aún más si cabe el descrédito del actual sistema
democrático (hasta el punto de que cada vez me cuesta más referirme
al actual régimen como democrático). Sin duda, el PP es una parte
primordial del problema político y económico que vivimos, pero
tampoco innovaciones como el escrache van a ser la solución. La
democracia, el verdadero poder del pueblo, no se basa en la protesta
ni en la presión, sino que quien ostenta el poder, realmente
represente los intereses de la mayoría. Y eso pasa por construir una
alternativa capaz de alzarse con los votos de la mayoría que
realmente represente la mayoría.