viernes, 29 de enero de 2010

La confusión entre derecho y exigencia.

Un sofisma es una mentira perversa, ya que es una trampa que se hace al intelecto del interlocutor, ocultando las verdaderas intenciones con un aparente argumento en el que se utilizan principios que no vienen al caso. Éste es el caso con la cansina polémica de la imposición lingüística en el doblaje del cine.

Vamos a empezar por lo que en un principio sería una obviedad, pero que nuestros entrañables nacionalistas procuran confundir para sus intereses: el cine no es un derecho -ni lógicamente un deber-, como puede ser la sanidad o la vivienda ya que las autoridades públicas no tienen la obligación de facilitar su acceso a los ciudadanos. Es sencillamente una opción de ocio como el esquí, jugar al tute o irse de copas, lo cual, lógicamente, está sujeto al mercado. También es una manifestación artística, por supuesto, en lo cual, efectivamente, las autoridades públicas sí que tienen la obligación de promocionarlo. Ahora bien, espero que todos estemos de acuerdo que American Pie IV no es una manifestación artística ni, a su vez, lo es el doblaje.

El doblaje, dejémoslo claro, en su versión legítima es una opción comercial para acercar un producto a un mercado que desconoce la lengua en la que originariamente está hecho. De tener que intervenir el Estado al respecto, sería en todo caso, para promocionar el conocimiento de idiomas y la integridad artística de la obra, fomentando, en este caso, las versiones originales (ya que, en el fondo, el doblaje, es equiparable a vestir las tres gracias de Rubens para el mercado musulmán o adelgazarlas para el gusto anoréxico de ahora, por ejemplo).

No existe, pues, el derecho al cine en catalán, como, lógicamente, no lo existe al cine en castellano, como reclaman algunos. Será, en todo caso, una solicitud, una demanda, de la misma forma que yo no dispongo el derecho a una cuota de rock progresivo, por poner el caso. Me gustaría que hubiera más y, en todo caso, si hay una poderosa demanda las discográficas deberían tenerlo en cuenta para ganar dinero. El derecho, en este caso, es activo, es decir, tenemos todos el derecho a la creación artística y a su difusión. Así, lo que sí que debe hacer la Generalitat es ayudar, incentivar, promocionar la producción y distribución del arte y de tal forma que la lengua no sea un condicionamiento de la creación, considerando que, efectivamente, el catalán es una lengua con un fuerte arraigo en su ámbito de actuación y con mayores dificultades de distribución, sin marginar, lógicamente, el uso de otras.

Ahora bien, el arte para la Generalitat, para un nacionalista, realmente es secundario. Aquí reside el sofisma de este asunto. Lo que se busca es, dentro de su proyecto de construcción nacional, complacer su ficción de que el catalán sea la lengua referencial en Cataluña, la lengua de integración que les gusta decir, en oposición a lo que la realidad social dicta, basándose en el principio de que en Cataluña se usará básicamente el catalán o no será Cataluña, en la misma linea del Catalunya serà cristiana o no serà de Torras i Bages. Cosas que, en una sociedad democrática, naturalmente lo tiene que decidir el conjunto de la sociedad en su vida cotidiana.

Lo alarmante, lógicamente, no es que estas políticas las defiendan los partidos nacionalistas, ya que su proyecto es abiertamente uniformador de la sociedad en torno a unos referentes culturales determinados, sino que las suscriban partidos que, por ejemplo, pretenden ser de los socialistas de Cataluña. Así es, estos partidos han vendido la sociedad al imaginario nacionalista que en teoría representan otros, presuntamente para poder tocar poder.

Ahora bien, es aún más alarmante que una sociedad que no lee los periódicos en catalán profusamente subvencionados, que prefiere ver una película doblada en otro idiona que en catalán, que usa y comprende indistintamente las dos lenguas oficiales y que tiene otras preocupaciones más lacerantes por las que está desafecta con el poder político, siga votando a unos partidos cuyo proyecto político se fundamenta en esa construcción nacional represora y reduccionista.

martes, 26 de enero de 2010

La caverna catalanista

¿Camino a la caverna?


El desmesurado personaje de Joan Laporta acostumbra a atribuir todas las críticas que recibe a lo que le gusta llamar la caverna españolista. Estoy convencido que la metáfora en cuestión hará las delicias de todo semiólogo que se precie. ¿Realmente, qué imagen se le configurará en la cabeza al dirigente deportivo cuando la usa? ¿Ogros moradores de las cavernas? ¿Cavernícolas como los de La Trinca? ¿El dragón de un Sant Jordi equiparable a él? Todos ellos, imagino, enarbolando una bandera española preferiblemente coronada por el aguilucho.

La cuestión es presentarse como víctima propiciatoria de los esbirros de la agresiva España. Ésta es una tendencia compartida por muchos otros nacionalistas, que parecen necesitar estas verdaderas, exageradas o falsas agresiones para reforzar su ideología en torno al convencimiento de que a Espanya no ens volen. De hecho, los hay que reconocen que escuchan a Losantos por las mañanas para ponerse a tono a base de indignación, de la misma forma que los hay que optan por Catalunya Ràdio para alcanzar ese grado de excitación.

Lógicamente, esta sensibilidad en muchas ocasiones no va acompañada de reciprocidad. Es muy habitual leerles o escucharles aberraciones ofensivas a catalanistas que no le dan ninguna mínima importancia a las burradas que dicen. Recuerdo, por ejemplo, a un tal Iu Forn que exponía en un artículo en el diario Avui el sueño de poner una bomba atómica en Madrid como una muestra de idealismo o, sin ir tan lejos, una revista de rock que acabo de ojear ilustra una anécdota del festival de jazz de Sigüenza en la que un individuo fue a la guardia civil a denunciarlo por estafa al considerar que un concierto no era de jazz. La nota va acompañada con la ilustración de un cateto con boina bebiendo en porrón (utensilio, por cierto, muy típicamente catalán) y con el título Spain is diferent. Por si no nos acaba de quedar claro el mensaje, el redactor concluye condescendiente: No ens hi encaparrem: és que son així (con falta de ortografía incluida).


La verdad es que viene ahora al pelo aquello de ver la paja en el ojo ajeno y no ver la biga en el propio, pero imagino que les trae sin cuidado: la cuestión es enfrentar y crear tensión. Lo curioso es que a nadie se le ha ocurrido hablar de caverna catalanista.

lunes, 25 de enero de 2010

Algo tan extraño como la normalidad





¡O tempora, o mores! De chiquitín Sopa de Cabra era un grupo que me gustaba. Una de sus características era que tenía canciones tanto en catalán como en castellano y en aquellos tiempos de inocencia era algo que resultaba irrelevante, era algo que se vivía con naturalidad. Con el tiempo, lamentablemente, ese bilingüismo que tantos practicamos fue empezándose a ver con sospecha, como una artificialidad engañosa. Arcadi Espada defendía -y supongo que seguirá haciéndolo- que el hecho diferencial de Cataluña por antonomasia era precisamente ese bilingüismo integrador, en el que ambas lenguas se vivían como propias. Por lo tanto, no era realista sacar una imagen de Cataluña en la que no estuviera presente el catalán o el castellano.

Aquello, efectivamente, se fulminó bajo el intento de erradicar el castellano de la esfera pública, de considerarlo como un agente extraño y perverso que no es natural en esta tierra. Hoy no escandaliza la exigencia de vivir exclusivamente en catalán, pretensión que algunos consideran un derecho. Los que añoramos aquel bilingüismo integrador que vivimos no hace demasiados años, se nos acusa de fascistas o incluso de estar empujados por el auto-odio. ¡Valiente acusación! Qué peligroso desconocimiento de lo que es el fascismo -ideología que envuelta en banderas practica el odio al diferente- y, ante todo, qué hipocresía, porque lo que reivindicamos es la existencia de ese bilingüismo en este trozo de tierra que llamamos Cataluña.

Avui he pogut llegir un extracte d'una entrevista del diari El Mundo al Gerard Quintana, el cantant d'aquella formació. Hi diu coses molt assenyades, reconeix que l'etiqueta de rock català va ser desafortunada car excloïa el rock català que es feia en castellà i, sobretot, explica la politització interessada que s'hi va fer. Finalment, una altra cosa que qüestiona és la política cultural de la Generalitat, generalment poc preocupada en donar suport a la creació. Malhauradament, aquestes coses sonen estranyes als temps que corren. Tant de bo la gent comenci a treure's la son de les orelles i reivindiqui, d'una vegada, la normalitat.

miércoles, 20 de enero de 2010

Explotar ideas


No se puede negar que las ministras de Zapatero están ofreciendo una gran aportación a la filosofía del lenguaje. Qué grandes reflexiones están generando con lo de las miembras de Aído, las soluciones habitacionales de Trujillo (sintagma maravilloso que puede servir de eufemismo de piso patera o incluso de caja de cartón bajo un puente) y la genial aportación reciente de la ministra Sinde sobre el derecho de los autores a que no se exploten sus ideas sin su conocimiento. Apasionante, ahora convencer puede tener más ventajas de las esperadas. Si ya costaba lograrlo en el fragor de una discusión, ahora va a estar imposible ante el temor fundado a las consecuencias que pudiere generar. Es loable el esfuerzo del presidente por incluir mujeres en puestos de dirección, pero por favor, hay mujeres mucho más preparadas, flaco favor hace a la igualdad con semejantes ejemplos. No puede ser que los mayores representantes públicos exhiban tanta debilidad expositiva. Confundir de forma tan grosera creación con idea demuestra lo vagamente configurada que está su posición sobre una materia en la que tanto ha incidido. Evidentemente, lo máximo que se puede esperar de una buena idea es que se te reconozca. Lo alarmante es que esta señora se ganaba la vida escribiendo. En fin, esperemos que no le explote ninguna idea en la cabeza.

jueves, 14 de enero de 2010

PREDICADORES QUE SEÑALAN CON EL DEDO



En tiempos de crisis se tiende a canalizar la frustración hacia algún colectivo que pueda ejercer de chivo expiatorio. En la crisis de la baja edad media se responsabilizó a los judíos de catástrofes que asolaban a la población como la peste negra, basándose por ejemplo en infundadas sospechas de que se dedicaban a emponzoñar fuentes. Quizá no se fijaron en el inestimable detalle de que los bubones también afectaban a la estirpe de David, pero tampoco podemos olvidar que había una legión de predicadores que se dedicaban a encrespar los ánimos señalándoles con el dedo, como ese santo varón conocido como "Sant Vicent el del ditet", que parece ser disponía de un apéndice con capacidades milagrosas.

Actualmente se ha cambiado la cabeza de turco, no sé si por el hecho de que ya se limpió Europa de sangre judía. Pero conservamos predicadores, más o menos laicos, configurados en políticos, que se dedican a encrespar los ánimos señalando esta vez a un colectivo que venimos a llamar de inmigrantes, pero que realmente se trata de extranjeros pobres, preferiblemente de raza exótica o religión no cristiana, especialmente islámica. ¿Cuáles serán sus motivaciones? ¿Miedo al diferente? ¿Desprecio al pobre? ¿Oportunismo político? La cuestión es que no desemboque este ambiente en episodios de violencia como la oleada de matanzas antisemitas de 1391 o los más próximos episodios de El Ejido o del sur de Italia.

Lógicamente, no se les acusa de emponzoñar las aguas, ni tan siquiera se les señala con el dedo por poner bombas, a pesar de que bien es cierto que los hay que han perpetrado semejante barbaridad, sino por algo tan injusto como que representan una competencia por los servicios sociales. Las evidentes limitaciones de los servicios públicos no son responsabilidad de los extranjeros pobres, sino del desdén de una clase política que manifiesta mucho más entusiasmo dedicándose a cuestiones triviales como por ejemplo la implantación de veguerías o el doblaje del cine de Hollywood en vez de atender cuestiones mucho más urgentes e importantes como la destrucción de empleo o el acceso a los servicios sociales.

En vez de alimentar el odio deberíamos respetar a los inmigrantes y darles su merecido reconocimiento. No son solamente la viva imagen de las flagrantes desigualdades globales y un ejemplo de valentía a la hora de mejorar, sino que, por encima de todo, son una valiosísima aportación de gente mayoritariamente emprendedora y trabajadora, dispuesta a puestos denostados y explotada en muchos casos sin compasión que, al final de cuentas, significan un aporte demográfico vital para la envejecida Europa. Por supuesto, hay que exigirles el respeto a la ley como a todo hijo de vecino, aunque en las cuestiones más críticas, como el hacinamiento o el trabajo sumergido los principales responsables son los que lo permiten y se benefician de ello.

El futuro, sin duda, se construirá con ellos y más vale no hacerlo con barreras de incomprensión y estigmatización. No sigamos el ejemplo negativo de Francia, el de la racaille quemando coches en el extrarradio. La inmigración hay que tomarla como positiva, una aportación con sus complicaciones pero que enriquecerá nuestro acervo y que tal vez nos permita superar esas dos Españas que embisten cuanto ignoran. Ya hay un español que quiere vivir y a vivir empieza, entre una España que muere y otra España que bosteza. Españolito que vienes al mundo te guarde Dios. Una de las dos Españas ha de helarte el corazón. Que no se apliquen estas palabras de Machado.

miércoles, 13 de enero de 2010

Pretender ser aristócrata se lleva muy bien



Vamos a explicarlo de una forma gráfica: Hace 10 generaciones, es decir, hablaríamos aproximadamente de la mitad del S.XVII, la gente podía entrar en este territorio y asentarse en él sin ningún problema. De hecho por aquel entonces hubo profusión de emigrantes de, por ejemplo, Irlanda y Francia (hasta el punto que Jordi Pujol llevaba a gala ser descendiente de alguno de esos inmigrantes galos). Que hoy la gente pretenda tener privilegios porque sus antepasados llevaban más tiempo en este cacho tierra tiene un nombre: pretender ser aristócrata.

viernes, 8 de enero de 2010

La rentabilidad de la ilegalidad

Prescindir de la ley parece que está de moda por parte de las instituciones en Cataluña, lo cual es particularmente grave ya que las administraciones públicas están especialmente sujetas a la ley puesto que es en función a ésta que pueden actuar. En definitiva, para lo que están es para cumplirla y hacerla cumplir. Así pues, es una actitud un tanto osada ya que así difícilmente pueden tener legitimidad ante la ciudadanía para intentar hacer cumplir nada y ponen a la fiscalía del Estado en el brete de tener que intervenir. Y no es que se rijan por la antigua máxima de que se acata pero no se cumple porque el principio, no sé si jurídico, al que se acogen es el de que, como el de antaño, sólo responden ante Dios, que en este caso es la Nación, y la Historia.

El último caso nos transporta a la hermosa población de Vic, donde el consistorio ha tenido a bien saltarse la Ley de Bases de Régimen Local decidiendo no empadronar a los extranjeros en situación irregular a pesar de su obligación de hacerlo. Los munícipes arguyen que la medida pretende hacer frente estas irregularidades y los problemas que generan. Nadie pone en duda que la inmigración irregular es problemática, ahora bien, los ayuntamientos poseen poderosos instrumentos para hacer frente a muchos de esos problemas, especialmente los que inciden en la marginalidad que la acompaña, su fuente fundamental. Por supuesto, es mucho más cómodo, barato y rentable electoralmente cargar contra esa gente saltándose la legalidad que llevar a cabo políticas eficientes contra la marginalidad en el ámbito de sus competencias.

Sin duda alguna, los vigitanos hacen muy bien reflexionando sobre los motivos del elevado número de extranjeros en su municipio y las formas de abordar un fenómeno que significa el 23% de la población. Pero habría que centrarse en cuestiones como la natalidad o las condiciones laborales para entender la situación y no limitarse a mirar desde el rechazo al forastero. Esta actitud la ha ido enarbolando la correctamente denostada Plataforma per Catalunya, pero la ilegalidad la ha llevado a cabo un gobierno municipal formado por CiU, PSC y ERC siguiendo los alarmantes planteamientos del partido de Josep Anglada.

La preocupante pregunta es si estos partidos pretenden combatir electoralmente a PxC asumiendo sus planteamientos, lo cual significaría su victoria, además de una demostración más de la impostura de estos partidos con sus pretendidas posiciones respecto a la acogida y la integración, por no hablar de su evidente prioridad electoralista. Ciertamente, me gustaría saber si las direcciones de estos partidos tienen prevista alguna medida disciplinaria para sus compañeros vigitanos.

Vic fue la población donde más éxito tuvo el pasado 13 de diciembre la oleada de consultas sobre la secesión de Cataluña. Paradójicamente, se permitió a los extranjeros empadronados participar en la actividad, medida acertada para dar la imagen de respeto a la pluralidad. Pero a nadie se le debería escapar que nacionalismo y xenofobia son las dos caras del desprecio a la diversidad, del afán de cerrarse al mundo. Ojalá no se confirme su fusión, porque todo esto mezclado con el desprecio a la legalidad nos puede llevar a una situación muy desagradable.