He estado por el espectacular Egipto este ramadán, que ha caido este año en plena canícula. Me impresionó, entre otras cosas, la observancia que se hacía de este mandato divino por parte de los nativos a pesar del rigor del clima. Los turistas que nos esforzábamos en admirar las maravillas que el paso de la historia ha ido desperdigando alrededor del Nilo, fruíamos y desesperábamos por unas gotas de agua reparadora ante la inclemencia del sol castigador. Los sufridos guías locales resignadamente esperaban el paso del día para poder gozar de la bebida y comida que nosotros devorábamos aliviados con el sol en su zénit. Resultaba estremecedor ver las caritas de pena con la que miraban la sandía que nos zampábamos complacidos de aportar el agua y el azúcar que los cuerpos de todos reclamaban. Realmente, nos parecía asombrosa la fe que se requiere para afrontar semejante sacrificio. De hecho, cuando le comentamos a uno de ellos que verdaderamente se estaba ganando el cielo, preguntó esperanzado si realmente creíamos eso. La verdad es que el dios de los monoteístas se comporta como una novia tirana e insegura que requiere y exige duras pruebas de amor.
Ahora bien, hoy he leído en El País que, cuanto menos en Marruecos, es delito tipificado no observar el ramadán por parte de los musulmanes. De hecho está penado con entre uno y seis meses de cárcel y una multa. Parece ser que una joven periodista marroquí había hecho una quedada en el campo a través del facebook para hacer una frugal merendola. La policia les detuvo en la estación de tren y les impidió que realizaran semejante sacrilegio. Parece ser que habrá juicio. Lo que tendría que ser una relación íntima entre la conciencia de cada cual y Dios, resulta que no sólo se mete cualquiera, sino que es ley. No es legal ser un mal musulmán.
La moza que se ha visto en esta situación, una tal Zineb el Rhazaoui tiene mi edad. Es imposible que no me solidarice con ella. Está claro que yo, que soy un ateo decidido, no podría ser de Marruecos, con lo cerquita que está. Qué enorme frontera las columnas de Hércules. Desde esta humilde tribuna, tienes todo mi apoyo, Zineb, aunque sé que nunca te llegará.
Ignoro si en el supuestamente laico Egipto la cosa será legalmente igual, aunque socialmente la presión seguramente será similar, ya que existirá la lógica presión social de un rito compartido que ofrece el premio de la celebración nocturna. Lo que está claro, a mi humilde modo de entender, es que desde un punto de vista religioso, el ramadán como cualquier otro mandato divino, sólo tiene sentido respetarlo si éste es estrictamente voluntario, si está inducido por la fe y no por la presión o la ley. En definitiva, no tiene mérito ser un buen musulmán, como de cualquier otra confesión, si no se te permite serlo malo. La observancia de cualquier rito deja de ser un acto de fe, pues, y se convierte en una mera imposición, en un mero sometimiento. Y por supuesto, el que lo impone al prójimo no es en absoluto un buen creyente, ya que no procura convencer de la importancia espiritual del rito, sino se trata de un patético tirano.
miércoles, 16 de septiembre de 2009
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