sábado, 12 de diciembre de 2009

La privatización de la sanidad del psC y sus cortinas de humo

El escenario no parece casual y en política es raro que lo sea. Sin duda, lo que sí que resulta, es ilustrativo. Cuando algunos decimos que el nacionalismo, entre otras muchas ignominiosas cosas, es una cortina de humo con la que aletargar a la sociedad con banalidades que nos distraen de las cuestiones verdaderamente importantes sobre las que se tiene que dedicar la política, nos referimos, precisamente, a este tipo de cosas: este fin de semana, las legiones de independentistas paniaguados por el erario público han organizado una performance de referendos de independencia por media Cataluña captando la atención de todo el mundo, mientras tanto, el psC desvela lo que tiene pensado para su programa electoral de las autonómicas, ni más ni menos, la privatización de la sanidad pública, a través del copago de la visita al médico y la gestión empresarial de los centros sanitarios.

Partido de los socialistas, se hacen llamar. Menudo fraude. Va siendo verdaderamente hora de que los votantes socialistas y los catalanes en general nos hagamos un sencillo planteamiento: ¿en qué queremos dedicar los recursos públicos, en ir construyendo naciones o en tener unos servicios públicos de calidad? Cuando la Generalitat dedica cientos de millones de euros a cosas como política lingüística, subvenciones a medios de comunicación o abrir pseudo-embajadas donde colocar familiares y amigos, el que se planteen cobrar por ir al médico no sólo es vergonzoso, sino que tiene que ser un toque de atención para que los ciudadanos se planteen que tiene que cambiar el paradigma político en Cataluña.

Los partidos del espectro político nacionalista que llevan gobernando 30 años Cataluña, con sus variantes que van del independentismo al sutil catalanismo, se dedican a narcotizar a la sociedad con sus airadas reclamaciones, para que señalando oportunamente a Madrid, descuidemos sus mangoneos tipo Pretoria o, sencillamente, su responsabilidad a la hora de gobernar. Porque en Cataluña, en vez de la religión, es la nación el opio del pueblo.

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