Resulta
agotador el eterno debate lingüístico en Cataluña,
fundamentablemente, por la total ausencia de interés por parte de
los defensores del monolingüismo catalán de aportar el más mínimo
atisbo de racionalidad. Ningún asomo de ponderado argumento, todo lo
que se encuentra son consignas, victimismo, distorsiones y emotivas
adhesiones inquebrantables.
Quizá
algún lector esperará que lo ilustre con ejemplos. Pues allá voy.
Se repite como mantra que la introducción del castellano como lengua
también vehicular de la educación catalana atenta a la cohesión
social en Cataluña. Semejante grandilocuente afirmación habría que
argumentarla, porque para mí equivale a decir que si te masturbas te
puedes quedar ciego. No se hace, se confía que de repetir mucho esta
consigna se asuma como verdad. Se insiste en que se atenta contra el
catalán, más allá de la personificación absurda que se tiende a
hacer de una lengua, yo me veo incapaz de captar agresión alguna al
hecho de que se proponga que se establezca que se use también otra
lengua oficial como lengua vehicular en la enseñanza. Más bien veo
lo contrario en la feroz negativa a que así sea. Es una distorsión
maliciosa pretender hacer creer que se propone situar la lengua
catalana como residual, puesto que seguiría siendo también
vehicular. Y finalmente, se procura escenificar la unanimidad del
pueblo catalán con multitud de manifestaciones que se pretenden
identificar con la incuestionable voluntad popular catalana. Ya que
hay tanta hambre de consultas populares, pueden empezar por la
inmersión lingüística. Pero Duran Lleida no tuvo reparos en
reconocer el quid de todo el asunto, con su lamento de que los niños
hablen en castellano en el recreo. ¡La que se hubiese liado si
hubiese sido Wert el que hubiese dicho una barbaridad así! Así
pues, de lo que se trata es de erradicar el uso de la lengua
castellana de Cataluña y, claro, eso es muy chungo de decir
públicamente.
Y, a
propósito de las consultas populares, toda esta oleada de
indignación nacionalista me deja una sensación extraña. ¿Por qué
se alteran tanto con un borrador de un proyecto de ley que vete a
saber cuándo se va a aprobar? ¿No nos tienen prometida una consulta
para lo más tardar el año 2015 sobre la tan deseada y necesitada
independencia de la nación catalana? Entonces, para cuando se
apruebe la ley de Wert, lo que tienen previsto es que seamos ya
independientes. ¿O es que es un brindis al sol? ¿O es que cualquier
ocasión es buena para marear la perdiz, ya se sabe, embolica que
fa fort? Claro, siempre va bien apretar las filas y distraer la
atención de las menudencias del gobierno del día a día, los
recortes y esas cosas. Y, esto, por supuesto también le vale a Wert,
encantado de ser el bombero pirómano de Rajoy que distrae la
atención de la crisis. Al final de cuentas, nos están faltando al
respeto, unos y otros, a los ciudadanos. No deberíamos permitir que
se dediquen a manipular a la opinión pública en vez de dedicarse a
legislar por el bien del interés general.
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