Juno o cómo hacer una
película indie
Puro spoiler
Mi prejuicio sobre Juno
(2007) no podía ser más que positivo ante las positivas críticas
que había leído, su Óscar al mejor guion original y la polémica
que había generado entre tirios y troyanos sobre las sensibles
cuestiones del aborto y el embarazo adolescente. Todo apuntaba a que
tenía que ser una película interesante. Pero me he encontrado con
una bobada pretenciosa y a la vez simplona. En realidad es una
película engañosa. Si bien el metraje de la cinta se centra en el
embarazo de una adolescente, no deja de ser una cuestión secundaria
en la película, lo que realmente se narra es una forzada e irreal
historia de amor.
La protagonista es una
encantadora e ingeniosa adolescente que goza de una independencia
envidiable, quimérica, totalmente inverosímil. Tiene la desgracia
de quedarse embarazada en su primer contacto sexual con el chico que
apunta a su primer noviete. El típico chavalillo majo pero paradito
con todas las papeletas de ser el pagafantas perfecto. Se deja copiar
en clase siempre que haga falta, siempre disponible, ni una mala
cara... Por muy película que sea, todos sabemos que esa estrategia
no ha funcionado por los siglos de los siglos. La deliciosa muchacha,
ni corta ni perezosa, va a una clínica de abortos como el que va a
una tienda de ropa. Quizá dando a entender lo trivial que se ha
convertido semejante circunstancia en su generación, pero es un
suponer. Con todo, se siente incómoda en la sala de espera y decide
que mejor parir y dar el niño en adopción. No se sabe muy bien por
qué, pero como es una chica tan independiente y espontánea, la cosa
se queda ahí. La familia lo acepta con menos dificultades que con las
que se suele aceptar que la niña se haga un tatuaje. Llamativo al
tratarse el padre de un exmilitar, pero se trata de un padre
abnegado, permanentemente cariñoso, con consejos oportunos y siempre
disponible para cuando la prota le necesite, cosa totalmente
inverosímil al tratarse de un autónomo instalador de calderas y
aires acondicionados.
Mientras avanza su
gestación, por cierto, aparentemente más leve que la mayoría de
mis anginas, la muchacha, que hace lo que quiere y llega a casa a la
hora que le da la gana sin que se resientan ni padres ni estudios,
hace buenas migas con los padres adoptivos que ha escogido y les hace
tantas visitas que se convierten en el centro de la película.
Conecta más con el tío que con la tía, pero advierte la vocación
maternal de la hembra. El clímax llega cuando el marido decide dejar
a su esposa, presumiblemente porque el desparpajo de la protagonista
le ha hecho comprender que vivía sometido por las aspiraciones de su
mujer. Entonces la prota se decepciona con él y con las relaciones
de pareja, pero afortunadamente su disponible padre le explica que el
secreto del amor es conformarse y entonces la chica inmediatamente
entiende que su pagafantas es el novio perfecto. Son felices, comen
perdices y ya solo queda quitarse el parásito de su vientre. Se lo
quita y disfruta de su amor que es tan original que primero procrean
y luego tienen la relación. Tal cual, literalmente, palabras de la
prota.
Sí, esta
inconmensurable chorrada es el argumento de la película. A pesar de
toda la parafernalia, no deja de ser una convencional comedieta
romántica totalmente inverosímil y, lo que es más preocupante, que
frivoliza una cuestión tan compleja como el embarazo adolescente. No
pretende ser una reflexión, ni una crónica ni una denuncia ni nada
parecido, el embarazo no es más que un desmesurado artificio para
nada más que dotarle de originalidad al romance. No hay conflictos
por ningún lado, todos los personajes son encantadores,
comprensivos, tolerantes, una explosión de madurez emocional
generalizada en pleno Minnesota.
La película engaña
porque se reviste de un pretencioso cascarón que hace presuponer
profundidad pero que no es más que una reproducción de los patrones
del cine indie. Hoy en día la etiqueta de cine indie ha trascendido
la mera cuestión de distribución y se ha consagrado como un
verdadero estilo alternativo, que tiende a procurar reflejar la
realidad social y cultural con historias más minimalistas que
combinan lo costumbrista, lo cómico y lo dramático y en las que los
diálogos adquieren una especial relevancia. La historia de Juno se
inserta en una estereotipada familia divorciada de clase trabajadora
de algún suburbio de un Estado cualquiera de los EE.UU., como
Minnesota (no ahorrarse detalles de la crudeza climática o
paisajística como en Fargo), en oposición al prototipo clásico
hollywoodiense de la familia nuclear de clase media californiana que
tan bien caricaturiza American Beauty. Este cambio respecto a los
patrones cinematográficos reviste a cualquier historia de
verosimilitud, de naturalidad, de realidad. Es importante no
ahorrarse detalles embrutecedores como una ridícula madrastra
esteticien. La película gira en torno a una chica pizpireta e
independiente, cual Winona Ryder de Reality Bites, arrebatadora e
ingeniosa, amor ideal del guionista que en su perfección no es más
que el vehículo de sus frases más brillantes. Sin duda, resulta
refrescante frente al prototipo de diva que no es más que un objeto
del deseo del protagonista macho, pero no deja de ser un personaje
estereotipado, plano y vacío. No pueden faltar las referencias de
cultura pop como películas de terror o cómics al uso de cualquier
película de Kevin Smith. Y, por supuesto, la música. La música es
el recurso primero del director para crear ambientes y emociones y el
abuso del pop indie reviste a la película de una delicadeza y
profundidad que no tiene. Una banda sonora protagonizada por Jennifer
López, Eminem o Pitbull hubiese generado, sencillamente, otra
película. El director no se ahorra planos interminables e
innecesarios para lucimiento de la banda sonora, prácticamente
pequeños videoclips, que solo disfrutarán los muy entusiastas del
género musical. Lo paradójico es que la protagonista se confiesa
como intolerante fanática del punk de los setenta, género
totalmente inexistente en la banda sonora.
En resumen, se trata de
una película absurda, simple, que frivoliza cuestiones graves y que
fundamenta su éxito en una mezcla de elementos característicos del
cine indie que pueden dar a entender que la historia explica más de
lo que verdaderamente explica. Todo estilo genera su manierismo y el
desproporcionado éxito de Juno, que no es más que un mero ejemplo
de manierismo de cine indie, es una señal de lo maduro que está el
estilo en cuestión.
1 comentario:
Pue s a mí sí me gustó la película...
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