Últimamente tengo acceso a los telediarios. Lo sé, es un grave error que me puede deformar la mente, pero cuanto menos me permite pulsar el mundo. Dejo de sumirme en lo que me interesa y me sumerjo en lo que interesa o pretenden que interese. Esto me ha permitido presenciar solemnes muestras de conmiseración colectiva porque ha muerto un futbolista por causas naturales, según parece. Y, ruego que me perdonen, se trataba de un jugador de medio pelo de un equipo de segunda fila (para entendernos, no se trataba de una figura mundial). Ahora bien, la cobertura ha sido espectacular y solemne. Las muestras eran de consternación y la gente parecía sincera. Las imágenes de los aficionados del Español mostraban en procesión una piedad y patetismo no ya laico, sino pagano. Tengo amigos forofos del Español y participaban de este sentir colectivo. Ciertamente, no se trataba tan sólo de sensacionalismo televisivo y enaltecimiento de cuatro frikis, sino de gente normal y mucha. 14.000 personas acudieron a la capilla ardiente en pleno y tórrido agosto. Yo, que me las doy de aficionado del barça, prácticamente por cuestión de religión familiar, me planteo que si se muere un futbolista azulgrana ni se me ocurriría participar en algo así. Pero, y mi padre, clásico sufridor culé, ¿me sorprendería con ese comportamiento?
No me voy a poner moralista recordando muertes más dramáticas o injustas. Ciertamente, las vemos a diario. Gente inocente, desheredados de la tierra que nunca nada han tenido, los vemos cadáveres por guerras indignantes o famélicos sin esperanza, explotados por la avaricia humana. Recientemente vimos también dos jóvenes locales, asesinados por formar parte de la benemérita por una panda de iluminados fascistas y, bien, sí, hubo las muestras de reconocimiento y solidaridad de rigor, pero las justas, las que tocaban de protocolo, pero se reconocían forzadas, o cuanto menos, rutinarias, nada que ver con el furor generado por el futbolista.
Pero, como decía, lo que quiero no es darme ínfulas de superioridad moral y resaltar la frivolidad de la sociedad actual. No. Lo que pretendo señalar son las verdaderas comunidades emocionales, la verdadera identidad de la gente. La que tradicionalmente, también a través de los medios de comunicación, y también a través del deporte, se nos pretende inculcar es la nacional. Cierto es que hay memos que matan y mueren por ese sentimiento de comunidad, hemos aludido a algunos especialmente idiotas. En Cataluña se trabaja en inculcar un sentimiento de estos con descarada profusión. Pero intuyo que con menos éxito que el de los equipos de fútbol. Apostaría que si mañana fenece el Muy Honorable Presidente de la Generalitat (dios no lo quiera) no se llevaría ni de coña las muestras de conmiseración que se ha llevado Daniel Jarque. Bueno, sí, es un politicastro que lleva toda la vida viviendo, y muy bien, de la política. Pero ojo, por mucho que sintiera los colores blanquiazules, el españolista también llevaba toda su trayectoria laboral ganándose la vida muy bien con eso del fútbol. Y el Muy Honorable también pretende sentir mucho los colores que representa. Lo que debe pasar, es que la gente realmente intuye lo que sentenció cierto clarividente: el patriotismo es el refugio de los canallas. O como dijo aquel otro: es la virtud de los depravados.
Lejos, pues, de pretender criticar las pasiones que despierta el fútbol, me parecen muy adecuadas. Es un subterfugio inocuo de las necesidad tribal de la gente. Toda la parafernalia de la guerra, con sus banderas y consignas se canaliza pacífica (la mayor de las veces) y cíclicamente a través de un espectáculo competitivo. Se quiere vencer, aplastar al rival con goles y no con cañones. Es, entonces, estupendo que las emociones, los sentimientos, el sentir de comunidad se ciñan a algo banal como el fútbol, y se aleje al máximo de ese terreno tan comprometido que es la política. La política es, y debe ser, el espacio donde deliberar el funcionamiento más justo de lo público. Es algo demasiado importante para que se lo dejemos en manos de canallas y depravados que pretenden manipular los sentimientos de la gente para acceder al poder o imponer sus particulares emociones. Tiene que ser, pues, ante todo, un espacio exclusivo para la racionalidad.
Tengo que reconocer que todo esto me ha servido para que me mereciera más respeto la afición del Español. Efectivamente, se me antojaban una panda de frikis rematados pendientes de un equipo segundón y vulgar, habiendo en la ciudad un equipo como el Barça que participa siempre en las grandes competiciones continentales, que siempre aspira a triunfos y, ante todo, elabora un juego espectacular disponiendo futbolistas geniales. Vamos, ¿quién es Jarque al lado de Xavi, Iniesta y compañía? Pues un futbolista vulgar, del montón. Pero no, se trata para los del Español de uno de los nuestros, más aún, el capitán de los once chamanes de la comunidad muerto en su plenitud. Visto así, un drama, claro. No sólo es un juego, un entretenimiento de masas, es una ceremonia ritual en la que está en liza la épica de la comunidad. En definitiva, una religión sin idea de trascendencia, pero con una poderosa idea de comunidad espiritual que es, en definitiva, el significado de religión. Y, ciertamente, no pretenden ser más que un club de fútbol.
Sin duda alguna, pues, acompaño en el sentimiento a la afición del Español. Les comprendo. Efectivamente, cada día mueren miles de personas en condiciones más dramáticas, en circunstancias infinitamente más injustas con el desentendimiento de la mayoría, pero eso poco tiene que ver con la comunidad del RCD Espanyol. En nada tiene que ver con su universo simbólico. No se puede ni debe imponer el sentir de la gente y, en definitiva, hablamos de muertes más o menos anónimas. Eso es lo de menos. En poco importa que las grandes injusticias de la humanidad estén en el corazón de todos. A saber si el sentimentalismo al respecto solucionaría algo o empeoraría más la situación. ¿Cuánto se ha utilizado el dolor por el 11S para socavar libertades y justificar brutalidades? Esas grandes injusticias que comentamos, donde tienen que ser una prioridad es, ante todo, en el campo de la política, su espacio adecuado para buscar verdaderas soluciones. Y si alguna responsabilidad tienen es por permitir, como el conjunto de la sociedad, que panda de haraganes accedan manipulando emociones sin preocuparse por su verdadera razón de ser: erradicar las injusticias.
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1 comentario:
Sencillamente lamentable y penoso.
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