El plan de recortes del gobierno es la certificación del fracaso de Zapatero como Presidente. El ejecutivo socialista había fundamentado su política respecto a la crisis en no recortar el gasto social. Llevaba tiempo haciendo bandera de esta postura, pero como tantas otras promesas que nos había hecho, ha sido incapaz de cumplirlo. Ha sido, sin lugar a dudas, uno de sus mayores incumplimientos, si no el que más. Después de ésta, es difícil que Zapatero pretenda conservar algo de credibilidad, si es que le quedaba. Es evidente que ya no puede prometer nada más a los españoles. Su gobierno, especialmente en materia económica, pero también en política territorial, ha sido pasivo, se ha caracterizado desde el principio en dejar pasar las cosas, con lo cual ha logrado que le sobrepasen. Esta actitud la ha arrastrado desde el principio de su mandato, en plena bonanza económica, donde todo el mundo advertía el riesgo de que explotase la burbuja inmobiliaria, por no hablar del dichoso Estatut.
El PSOE se presentó a las elecciones predicando el cambio de modelo productivo, pero prefirió vivir de las rentas, temeroso de cargarse la gallina de los huevos de oro de la que vivía tanta gente, los ayuntamientos los primeros, pero sin olvidar constructores, promotores, entidades financieras e, incluso, propietarios que contemplaban alegremente el espejismo de la subida descomunal del precio de la vivienda. Ha fundamentado su política en el populismo, ha ido ofreciendo partidas de gasto alegremente, a menudo de forma sensacionalista, sacándose de la manga, incluso en medio de debates parlamentarios, ayudas económicas como el famoso cheque-bebé que, como hemos visto, de la misma forma que vinieron, se han esfumado. Luego vimos como negaba la crisis, y cuando la evidencia le estalló en la cara, su respuesta se fundamentó en atrincherarse en la mera espera de que el ciclo económico virara, política, o su falta de ella, que como hemos visto, le ha vuelto a estallar ante sus narices.
Lo peor de todo es que por el camino ha ido dilapidando el superávit del Estado para gastarlo en meros pero caros paños calientes o en políticas populistas que finalmente, se han constatado inútiles y nos han generado un peligroso déficit que ahora los españoles, unos más que otros, vamos a tener que pagar. Mientras tanto, ha sido incapaz de cambiar el modelo productivo, de modificar la legislación para favorecer la economía productiva, de garantizar esa liquidez que tantos autónomos y pequeños empresarios han necesitado y al final ha tenido que claudicar ante lo que ha intentado evitar desde el principio: realizar traumáticos recortes. Ahora sin lugar a dudas imprescindibles (y la que nos espera), pero con un gobierno con proyecto político, desde luego, estaríamos ante otro escenario.
Y, finalmente, las cosas como son, a la hora de realizar recortes, posiblemente el Estado español podría llevarlos a cabo en ámbitos menos injustos, como la desproporcionada estructura territorial del Estado, las ingentes subvenciones clientelares, las múltiples televisiones públicas con un déficit crónico y tantos otros gastos superfluos que en nada repercuten en los ciudadanos pero mucho en las estructuras de poder de los partidos políticos. El semblante sombrío de Zapatero mientras presentaba su plan en las Cortes reflejaba su consciencia de que está acabado políticamente. Lo terrorífico es que su inmediato contrincante, personificado en Rajoy, en poco habría variado la política realizada por el PSOE. Lo que ha hecho este gobierno es sencillamente lo que habría hecho el PP. Por eso vimos al líder de la oposición transmutarse asombrosamente en ZP, clamando contra los recortes sociales, desubicado por no tener a qué aferrarse para ir a la contra. Conciudadanos, es la hora que nosotros seamos los que estemos a la altura de las circunstancias; seamos valientes, transformemos este escenario político viciado. Si no lo hacemos nosotros, nadie vendrá a hacerlo en nuestro lugar.
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