lunes, 12 de julio de 2010
El sentimiento trágico de la vida
Este mundial de fútbol que por fin acaba ha brindado al mundo y al periodismo muchos momentos absurdos que se han convertido en noticia: el pulpo Paul, el beso de Casillas, el desnudo de la modelo Larissa Riquelme, las vuvuzelas... Un sinfín de frivolidades que han dispuesto de una despliegue mediático equiparable a los acontecimientos más relevantes y graves, Aquí lo comparan a la que en su día se merecieron la muerte de Saramago, el terremoto de Chile o el asesinato Isaías Carrasco con comprensible indignación. Tantas cuestiones trascendentes relevadas por un cúmulo de frivolidades. Ya saben, lo de panem et circenses.
Lo que pasa es que es verano y, las cosas como son, de vez en cuando se agradece un poco de levedad para encarar un mundo el cual no sólo hay que vivirlo como un valle de lágrimas. Los antiguos griegos, cuna reconocida del pensamiento filosófico, cada cuatro años abandonaban sus habituales quehaceres para entregarse a las olimpiadas. De vez en cuando va bien que el mundo se entregue a las bobadas para descargar la gravedad de la vida. El problema reside cuando solemnes idioteces se encaran grave y trágicamente. Y me ahorro los ejemplos.
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