Un tal César Molinas ha escrito un artículo en El País llamado Una teoría de la clase política española que no sólo me ha parecido interesante a mí sino a alguno que otro más, ya que ha sido TT en twitter todo el día. En mi humilde modo de entender, esboza un análisis certero de los partidos políticos dominantes, los cuales no representan los intereses de la ciudadanía sino fundamentalmente los suyos propios, constituyéndose, por lo tanto, en clase social. Finalmente propone un cambio en el sistema electoral para combatir los vicios clientelares de los partidos políticos cambiando el actual sistema representativo por uno mayoritario, como el vigente actualmente en el Reino Unido.
Si bien el análisis me parece impecable, la propuesta para acabar con este orden de cosas no está a la altura, al reducirla a un mero cambio de sistema electoral. Pero vamos, no es más que un artículo de prensa, tampoco vamos a esperar un programa electoral. A muchos, pues, nos ha parecido un muy buen y recomendable artículo. A unos cuantos no: de hecho, estaban indignados. Lo acusaban de cosas tan paradójicas como neoliberal-fascistoide (concepto tan estrafalario como fascista-leninista o luterano-suní). He preguntado, he indagado y lo más relevante que he encontrado es que el autor vive del sistema financiero. Yo tampoco me fío un pelo de nadie que viva del sistema financiero y soy el primero en atribuirles la responsabilidad de la crisis actual, en quejarme de los inmerecidos, injustos y nocivos privilegios que gozan y en exigir que se les aplique más controles y, por supuesto, tributación. Pero no soy aficionado a las falacias ad hominem, no se trata de juzgar a la persona y sus intenciones sino de refutar un argumento.
La verdad es que no he encontrado ningún argumento que me pareciese consistente. Los más sólidos, es decir, los que no se limitaban al insulto o al juicio de intenciones, le atribuían al artículo un objeto de estudio más amplio del que proponía el propio autor, en vez de la clase política, las causas de la crisis, considerando, así, que su análisis resultaba incompleto y, a su vez, por supuesto, interesado, por descargar responsabilidades del sistema financiero. A parte de eso, se le ha achacado a su propuesta de un sistema electoral mayoritario simplista, inútil, poco representativa o, directamente, un ataque a la democracia. También soy escéptico con esta parte del artículo, pero sin duda me parece una osadía considerarlo un ataque a la democracia ya que es el sistema que usan, por ejemplo, en el Reino Unido y jamás me atrevería a considerarlo menos democrático que España.
Lo más llamativo, no obstante, no ha sido la inconsistencia de las críticas, sino su origen. Me esperaba legiones de peperos y sociatas defendiendo su honorabilidad y, de paso, su negociete. No me ha parecido apreciar ninguno. Apuntaban más bien a miembros de IU. Me ha costado entenderlo. ¡Pero si les da la razón!¡Si no se refiere a ellos sino a los partidos que han gobernado desde la transición!¡Pero si carga contra sus adversarios políticos! ¡Pero si dice lo mismo que No les votes o el 15M! ¡Movimientos a los que se han acercado! ¿A qué venía tanta saña?
Pues ya que se prodigaban tanto en juicios de intenciones he trazado mi particular hipótesis: Aprecio una agresividad desmedida por un mero artículo d prensa, probablemente provocada por el temor de un partido minoritario al sistema mayoritario, lo que le puede hacer perder representación. Pero entonces me azota una duda: ¿La representación en las instituciones es un medio o un fin para un partido honorable que aspira a transformar la realidad? IU, y menos en el actual contexto, no debe aspirar a tener la misma nula capacidad de influencia que en las últimas elecciones, sino su propósito debe ser alcanzar el poder para cambiar alguna que otra cosa, para poder plasmar su proyecto político. El sorpasso del que hablaba Anguita. Vamos, digo yo. Si no, ¿Para qué se presentan? ¿No será que se conforman con una posicion electoral marginal que les permita mantener cierto puñadito de diputados tranquila y cómodamente en la oposición? Mi hipótesis, entonces, sería un juicio de intenciones aún más cruel, no sólo son efectivamente de la misma clase política, sino que encima se venden por las migajas que le dejan los demás.
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