Tengo un amigo que proviene del lejano oriente y aunque hasta el momento es sarraceno, desea introducirse en la grey de cristo. Por paradojas de la amistad, otros ateos y yo le estamos ayudando a que pueda introducirse en el seno de la santa madre iglesia y, pardiez, está siendo complicado que pueda ser catecúmeno. Se supone que San Pedro edificó la iglesia de cristo precisamente para evangelizar, pero sus ministros no muestran demasiado interés en acompañar su llamada espiritual. Resulta difícil de comprender que una organización que destina tantos esfuerzos en desplazar a misioneros a lugares recónditos para llevar a gentes diversas el dichoso evangelio, muestren tamaña desidia en ayudar a alguien que se les acerca en la tan cacareada tradicionalmente católica España.
Nuestro amigo que proviene del lejano oriente, cierto es, tiene evidentes problemas lingüísticos ya que a duras penas chapurrea el inglés y el castellano. Lógicamente dificulta la comprensión del enrevesado mensaje cristiano, pero se entiende que aquellos que consagran su vida a Dios se desvivirán en ayudar a alguien condenado a acercarse a la palabra divina, ya que cuentan con el inestimable apoyo del Espíritu Santo para estos menesteres y, sobre todo, no tienen otra puta cosa que hacer. Ahora bien, tienen una visión un tanto burocrática de su labor pastoril. Tienen sus horarios de catequesis y no están dispuestos a que alguien con dificultades idiomáticas ralentice al resto la explicación del significado de la fe. Resulta chocante cuando impera en los ámbitos pedagógicos oficiales el principio de la educación en la diversidad, para atender las diferentes necesidades cognitivas, que los ministros de dios no lo apliquen cuando su mensaje está cargado de fe y espiritualidad.
Me trae totalmente sin cuidado el porvenir de esta institución, la cual, de hecho, juzgo anacrónica, absurda e instrumento tradicional de dominación, pero, francamente, tiene cierto aroma de decadencia. Intuyo que vive en el dilema, imagino que a sus ojos deprimente, de procurar seguir influyendo en la sociedad confiando en la capacidad de presión de la que gozaban antaño, sin contar que el poder público democrático es esencialmente laico y la sociedad cada vez tiende más a la desacralización o bien centrarse en sus fieles para que éstos realmente cumplan sus preceptos con devoción más allá de los signos externos.
En mi humilde e irrelevante opinión, esta última vía es la única que le puede asegurar una mínima relevancia, pero ignoro si por nostalgia de tiempos pasados o incapacidad de adaptación, por el momento, no parece que sea ese el camino decidido, en vistas de las actitudes que protagonizan en la escena pública. Allá ellos, también desaparecieron las vestales y nadie las echa de menos.
lunes, 30 de marzo de 2009
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