viernes, 9 de abril de 2010

Relato íntimo y esperpéntico de la corrupción



Decir que en ocasiones la realidad supera la ficción es un topicazo, pero qué le vamos a hacer si es cierto. De hecho, hace que la realidad sea apasionante. Quién hubiese dicho hace diez años que un personaje como Barack Hussein Obama iba a llegar a ser presidente, ni más ni menos, de EE.UU. O bien, uno observa un personaje como Osama Bin Laden y da la sensación que nos encontramos ante un archienemigo de occidente sacado de las historietas de Tintín.

Ciertamente, Hergé era especialista en crear personajes estrafalarios pero a pesar de ser caricaturescos de vez en cuando la realidad parece inspirarse en ellos. Esto es lo que pienso cada vez que veo algo de la apasionante trama Gürtel. Cada vez que veo las correrías de personajes como El Bigotes -¡El Bigotes!-, Correa o Camps no tengo la impresión de encontrarme ante sórdidos y avezados estafadores sino caricaturas ideadas y dibujadas por Hergé para una historieta de Tintín sobre unos políticos corruptos de tebeo.

El juez ha tenido la gentileza de abrir al fin esta semana el esperadísimo y gigantesco sumario de la trama. Sin duda ha estado a la altura de las expectativas. Los medios nos han estado deleitando estos días con los detalles más suculentos como si de un folletín se tratara. La prolijidad y profundidad de los datos recopilados, especialmente a través de las escuchas, nos permite al común de los mortales acceder a un relato íntimo e insospechado de la corrupción.

Entiendo que en torno al PP se asentara una basta red que se beneficiara de comisiones ilegales y contratos amañados en distintos ámbitos de poder es algo que los españoles nos podíamos figurar con facilidad. Lo que yo no me imaginaba es que se tejiera emocionalmente a través de regalitos a toda la familia más o menos suntuosos, pero no especialmente inaccesibles para gente aparentemente de lo que se dice buena familia y sueldos holgadísimos, especialmente si los comparamos con el mileurismo generalizado. Corbatas de 115€, bufandas de 180€ o incluso un reloj de 2400€ parecen precios ridículos para cometer una ilegalidad o vender la dignidad y el honor. No sólo dan muestra de avaricia, indignidad e ilegalidad, sino de ingenuidad, frivolidad e infantilismo.

Da verdadera vergüenza ajena ver a todo un presidente de la Comunidad Valenciana llamar a El Bigotes "amiguito del alma" por el hecho de que le agasajara a él y su familia con regalitos que evidentemente esperaban ser correspondidos con tratos de favor infinitamente más onerosos. Resulta inconcebible que un número tan elevado de altos representantes políticos, que uno se imagina fríos y calculadores, se dejaran seducir de una forma tan miserable y burda. ¿Tan faltos de cariño están?

El PP ha perdido irremisiblemente la poca credibilidad que le podía llegar a quedar. Una red como ésta tan generalizada no sólo pone en evidencia su honradez y decencia, que de hecho otros casos de corrupción ya había puesto en tela de juicio, sino que retrata su falta de seriedad e incluso la inmadurez emocional de demasiados cargos importantes. Soy incapaz de entender cómo es posible que gente como Camps no haya dimitido de pura vergüenza y sofoco. Y por supuesto, resulta inadmisible la tibieza y el titubeo de la dirección del partido ante algo así. Bárcenas al fin se ha dado de baja del PP, pero no ha renunciado a su acta de senador. ¿Le dirán algo? Los millones de votantes del PP no han de consentir una humillación de este calibre.

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