Nunca he podido comprender la relación entre nacionalismo e izquierda que se pretende por estos lares. En cualquier parte del globo envolverse en una bandera, rememorar gloriosas gestas pasadas trufadas de conquistas, reivindicar instituciones feudales que representaban a la oligarquía estamental, es entendido como propio de la derecha más reaccionaria y rancia. En cualquier parte, menos en Cataluña.
Resulta incomprensible ver cómo los mismos que dan una imagen de España como mero referente colonialista y retrógrado son los que apelan a una Cataluña medieval que, precisamente, tuvo un enorme carácter expansionista. No sólo la llamada Cataluña nueva, Lleida y Tarragona, además de Valencia o Mallorca, conquistadas a los sarracenos, sino Córcega, Sicilia, Nápoles y el exótico ducado de Atenas y Neopatria, conquista, ésta última, llevada a sangre y fuego por una panda de mercenarios -los almogávares, que, por cierto, dan nombre a muchos colectivos- que dieron pie a la expresión venganza catalana, poco honrosa para cualquier amante de la paz y la concordia.
Por supuesto, como cualquier otra, en la expansión catalana (o aragonesa) no se tuvo reparos en llevar acciones fuertemente represivas, la más llamativa, la llevada a cabo por Pedro el Ceremonioso contra la población de Alghero (más conocida como Alger en los libros de lengua catalana) , eliminada por su carácter levantisco (debido a su alianza con Pisa) y substituída por población catalana. En los círculos catalanistas, Alger es un motivo de orgullo lingüístico, por la permanencia de la lengua de Pompeu Fabra, pero poco se menciona el origen represivo de esa circunstancia idiomática.
Las famosas instituciones medievales catalanas, o aragonesas, son constantemente presentadas con orgullo arrogante, como proto-democráticas. Aberración política, desconocimiento u ofensa a la democracia. Preocupa la idea de democracia que se desprende, especialmente de alguien que pretende ser de izquierdas (aunque, lo sabemos, es una fachoso reaccionario), ya que son instituciones que, básicamente, sirven para extraer recursos, vamos, explotar al llamado poble menut, es decir, el pueblo trabajador . El conocido carácter pactista de la monarquía aragonesa se debió a las enormes dificultades financieras de la Corona, embarcada en más empresas de las que podía hacer frente, especialmente por ese expansionismo mencionado. Por supuesto, ese pactismo se ceñía a las oligarquías estamentales, tratándose, pues, de un principio puramente feudal forjado por la debilidad de la monarquía.
La famosa Generalitat medieval, o más bien, Diputación del General, nació de las cortes como institución permanente de extracción de impuestos llamados general. Evidentemente, en las cortes sólo estaban representados los estamentos oligárquicos (es decir, la nobleza, el alto clero y el patriciado urbano y, por supuesto, el objetivo era extraerle recursos al poble menut). Realmente les era mucho más cómodo y efectivo conseguir recursos a través de la ficalidad y el déficit que de unos beneficios feudales cada vez más obsoletos. De hecho, la monarquía, en contraposición al enorme poder de la oligarquía estamental, no dudó en aliarse con los payeses de remensa, en lucha con la nobleza, por los abusos y malos usos que ésta procuraba llevar a cabo con los remensas o con la Busca, el partido del poble menut de la ciudad de Barcelona, siempre a expensas de la Biga, que representaba al patriciado rentista de la ciudad.
En definitiva, resulta del todo estrafalario (o cuanto menos, de no tener ni repajolera idea de Historia) reivindicar unas instituciones que, no sólo parten de mentalidades y contextos que nada tienen que ver con nuestro tiempo, sino que son abiertamente arcaicas, inoperantes y, sobre todo, mecanismo de privilegio y explotación de estamentos sociales determinados. Otra cosa es que quien las idealiza busque su propio privilegio, pero, entonces, que se llamen las cosas por su nombre: derecha reaccionaria.
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1 comentario:
La verdad es que el nacionalismo me parece una de las cosas más estúpidas que existen. Vivo en las islas canarias, en Tenerife, y ciertamente me resulta molesta esa separación absurda que elos nacionalistas canarios pretenden hacer con los peninsulares. Ellos se consideran “guanches” cuando tienen por lo menos la mitad de su sangre peninsular. (Y ojo, mi familia es toda canaria, pero SOY REALISTA).
Me parece un complejo de inferioridad, sumado a una incultura tremenda de nunca haber salido de su tierra y vivir en otros paises de Europa. Yo soy partidaria de la unión, y de superar la xenofobia y del conflicto primitivo-tribal.
Tambien creo que estos individuos buscan una salida de su propio odio interior hacia cualquier cosa, (por absurda que parezca si se analiza con detenimiento) y proyectarlo en algo.
Además, continuando con el tema del nacionalismo canario, ¿cómo pueden echarle todavía las culpas de algo que ocurrió hace 500 años, a la gente actual? Si probablemente fueron sus mismos parientes, de hace 10 generaciones los que exterminaron a los guanches!
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