Parece que poco a poco el Estado Unitario Social de Derecho Plurinacional Comunitario, libre, autonómico y descentralizado, independiente, soberano, democrático e intercultural de Bolivia se va constituyendo. El desarrollo de semejante Estado es especialmente interesante ya que es díficil de imaginar en mi cabeza labrada en términos políticos occidentales la articulación de semejante sistema jurídico tan plagado de paradojas, tan amante del oxímoron, tan cargado de lirismo culteranista, como comenté en su día. Ciertamente resulta sorprendente, ininteligible, paradójico que un partido con un nombre como Movimiento Al Socialismo (MAS), tan cargado de futuro, haya impulsado una Constitución tan celosa de tradiciones y de desigualdad, algo tan poco socialista.
Uno de los elementos más inauditos de esta Constitución es el parcelamiento étnico -racial, racista- del sistema judicial. La justicia no es igual para todos sino que depende de la adscripción cultural no tengo muy claro de quién. Por un lado está el sistema judicial de inspiración liberal y por el otro el tradicional de cada comunidad cultural. El diario El País ha tenido la gentileza de ilustrarnos algunos ejemplos de la práctica de esa justicia supuestamente milenaria. Especialmente la práctica del linchamiento. Insisto, es sorprendente. Desigualdad, tradicionalismo, brutalidad son prácticas que a alguien que se considere socialista le han de repugnar. Menos en Bolivia. No me cansaré de repetir que los bolivianos son muy libres de decidir su sistema político pero que se tendrán que atener a sus resultados. Es decir, sarna con gusto no pica.
Ahora, los que, como yo, no ven con buenos ojos la aplicación tradicionalista de la sharia con sus prácticas brutales como la lapidación deberían hacerse una configuración de lo que están haciendo en Bolivia. Imagino que los juristas estarán un tanto indignados con la equiparación de su disciplina, impartida en facultades que amparándose en la razón busca la excelencia con prácticas fundamentadas en la costumbre y por ello legitimadas.
Todo esto es producto de la mala digestión del erróneo planteamiento del multiculturalismo, esto es, dividir el mundo en estructuras culturales cerradas e imperturbables, producido por la peor cara de la antropología (que podríamos personalizar en el inefable físico alemán Franz Boas). La cultura es mutable por definición, es una de sus principales características, si no la que más. Sino, entraríamos en el campo de la genética. La cultura es una, universal, la cultura humana, la capacidad cultural del ser humano. Cada práctica es un elemento adaptativo en constante y a veces imperceptible cambio que debe ser juzgado por su utilidad por parte del usuario y no por su origen venerable. Tiene que ser defendido, pues, desde la lógica y no desde la mera costumbre. El multiculturalismo, en definitiva, es la última excusa del tradicionalismo y es sorprendente que suela ser esgrimido por aquellos que pretenden ser progresistas.
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