miércoles, 30 de junio de 2010

Sobre la prohibición del velo integral

Fernando Savater ha realizado un buen artículo sobre la prohibición del velo integral. Ha dado en él con la clave del asunto: la libertad, precisamente, consiste en aceptar, consentir a los demás aquello que no nos gusta. El filósofo reclama, para el día que le dé por averiguarlo, fuentes antropológicas para conocer el significado del velo islámico. Como el Estado me ha dado licencia sobre las cuestiones antropológicas, me permitiré expresar mi postura al respecto para el que la quiera leer, incluso el mencionado filósofo, si llega su día.

A cualquier práctica cultural se le puede dar el significado que cada uno desee e incluso las hay socialmente muy arraigadas. A éstas se les tiende a identificar con culturas, cuando más bien se trata, en todo caso, de tradiciones. Es decir, hay interpretaciones tradicionalmente arraigadas, pero que como todo, pueden mutar. Lo que hay son sociedades en las que imperan determinadas interpretaciones sobre determinadas prácticas y en algunas de ellas éstas mutan con mayor facilidad.

Por ejemplo, en la nuestra ha arraigado (afortunadamente) muy rápidamente una nueva interpretación del sexo alejada de la tradicional establecida como mero mecanismo de reproducción. En un régimen plural de libertades como el que nos permite nuestra Constitución (habitualmente tan vilipendiada) cada cual sigue su camino vital al respecto tal y como le dicte su personal conciencia. La dignidad, pues, en nuestro régimen de libertades no la marca, o no la debería marcar, la costumbre, la tradición (como sucede en tantos otros países), sino lo que dicte la conciencia del interesado. Por supuesto, hay mucha gente que su concepción de la dignidad sigue los patrones establecidos por la tradición en la que ha recibido y, lógicamente, tiene el mismo derecho que los demás a su particular concepción de la dignidad.

Por lo tanto, en la polémica del velo integral el debate de la dignidad está fuera de lugar. Sin duda, alguien que porte un niqab le parecerá mucho más indigno un topless que su velo. Es algo totalmente subjetivo, independientemente del significado que cualquiera de las partes le quiera dar a las diferentes prendas. La cuestión reside, pues, en este caso en los límites a una prenda que no permite identificar a la persona que la porta. En un sistema legal que tanta importancia da a la seguridad, hasta el punto que no se permite llevar liquidos en un avión (¿nadie ha reclamado la dignidad del aseo corporal en los aviones?), parece lógico que se pretenda, cuanto menos, poder identificar a los individuos a través del rostro, el sistema más inmediato de identificación que disponemos los seres humanos, independientemente del significado que le confiera el interesado a su rostro cubierto. Y así, con todo, el límite a nuestra libertad es la libertad de los demás.

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