Al PSOE le gusta enorgullocerse de sus 120 años de historia. Ciertamente, es un hito espectacular. Pero como otros grandes partidos socialdemócratas europeos da muestras de ensimismamiento y agotamiento orgánico. Paolo Flores d'Arcais lo refleja magistralmente en un artículo en El País de hoy.
Su diagnóstico lo fundamenta en dos aspectos estrechamente interrelacionados: Por un lado, la transformación de la democracia parlamentaria en partidocracia, es decir, en partidos-máquina autorreferenciales y cada vez más parecidos entre sí, [que] ha ido haciendo progresivamente vana la relación de representación entre diputados y ciudadanos y por otro lado el haber olvidado la brújula del valor de la "igualdad", sin el que la izquierda pierde todo su sentido, [lo cual le] está pasando ahora factura.
Con buen criterio le atribuye a estos partidos no haber sabido dar respuestas en términos de reformismo, es decir, de justicia social creciente, a la necesidad de seguridad y de "futuro" de esos millones de ciudadanos. Pone ejemplos flagrantes en su dejadez en dar respuesta al dumping social, en las "tóxicas" invenciones financieras, los "paraísos fiscales" o el secreto bancario, en definitiva, su co-responsabilidad en una alegre desregulación del mercado promovida desde la crisis del 73 que, olvidando las lecciones del crack del 29, nos ha llevado a la actual crisis económica.
Las conclusiones que nos ofrece son más que razonables: No resulta difícil, por lo tanto, delinear un proyecto reformista, basta tener como estrella polar el incremento conjunto de libertad y justicia (libertades civiles y justicia social). Es imposible realizarlo, sin embargo, con los actuales instrumentos, los partidos-máquina. Porque pertenecen estructuralmente al "partido del privilegio". No pueden ser la solución porque son parte integrante del problema. En efecto Paolo, totalmente de acuerdo, en eso estamos algunos.
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