lunes, 26 de octubre de 2009

Ejemplo de régimen prebenditario

Parece ser que el presupuesto para el año que viene de Venezuela contempla un aumento del 638% para presidencia. La cifra resulta llamativa, pero lo verdaderamente interesante es que de los 1.545 millones de dólares que dispondrá directamente Chávez, tal y como explica El País, la tajada más gruesa de su presupuesto, unos 9,5 millones de dólares, está destinada a donaciones y ayudas para el "pueblo soberano" que acude a las puertas del Palacio de Miraflores para pedir soluciones a los problemas que la burocracia no logra resolver.

Es decir, se reserva abiertamente una parte del presupuesto para comprar fidelidades directas al líder, prescindiendo de asentar unas estructuras del Estado duraderas verdaderamente eficaces en la redistribución y la justicia social. Ignoro si lo adornarán con liturgias públicas de exaltación del lider como la de los reyes medievales de Francia e Inglaterra en sus milagrosas curaciones de las escrófulas a través del tacto, pero dado el formidable sentido del espectáculo del presidente bolivariano, podría ser sublime.

En fin, nada nuevo bajo el sol latinoamericano, caudillismo y reparto de prebendas, los elementos políticos más representativos de la región en el siglo XX. Chávez asegura estar construyendo el socialismo del siglo XXI, pero realmente parece estar perpetuando viejas fórmulas que ya se han comprobado ineficaces, más que nada, porque en vez de asegurar el desarrollo social y económico, son mecanismos de control político en torno a una figura carismática. Ciertamente, de Evita a Hugo no se aprecian grandes cambios. Como es habitual, el uso de los pingües ingresos de la explotación de los recursos naturales para comprar fidelidades que aseguren la permanencia de un poder político.

Sin duda alguna, para poder construir un socialismo del siglo que sea lo fundamental es que la fuente de riqueza fundamental provenga del valor del trabajo de la gente. Si la fuente de riqueza proviene de algo externo a la sociedad, como en el caso venezolano los hidrocarburos, es muy fácil que se confunda redistribución con comprar voluntades. La gran pena es que se desaproveche la oportunidad de utilizar los coyunturales ingresos de los recursos naturales para desarrollar un tejido productivo fuerte, diversificado y, ante todo, que asegure que la mayor riqueza de un país sea su gente y no su subsuelo. Nuevamente, una ocasión desaprovechada para aprender de la Historia. Al menos, los venezolanos deciden.

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