lunes, 5 de octubre de 2009

Un tic delatador





El otro día vi una entrevista que le realizaron por la tele a un tal Xavier Casals, que va por la vida de politólogo especialista en extrema derecha. En su intervención tuvo a bien ubicar a C's en el nacionalismo españolista. Quizá podría sorprendernos su falta de conocimiento o su falta de objetividad en sus afirmaciones por parte de uno que va de académico. Pero bueno, es normal, lo único que pasa es que el buen hombre es un nacionalista catalán. Es el característico tic que evidencia a un nacionalista el que le delata: todo aquel que se opone a mi credo nacionalista es irremisiblemente un nacionalista de signo diferente.

Efectivamente, es muy fácil distinguir a un nacionalista en cuanto habla de política. Su esquema mental es inconfundible. Me recuerda una grandiosa película de Orson Welles, The Stranger, en la que hacía de nazi oculto en los EE.UU. de la postguerra. Se había cambiado de identidad y Edward G. Robinson era un investigador que trataba de descubrirlo. Y lo hace en el momento en que manteniendo una conversación distendida con el personaje de Welles, cuando ya apenas sospechaba de él, el personaje de Welles considera que Karl Marx no era alemán al ser judío [de origen, ya que el autor de El Capital era ateo y de hecho su padre era pastor luterano]. El personaje de Robinson al rato se da cuenta: ¡Eureka! sólo un nazi puede considerar que Marx no era alemán por ser de origen judío. La exquisita tapadera del personaje de Welles había sido descubierta por su forma de pensar.

Yo reto a los Xavier Casals del mundo a que expongan argumentadamente por qué C's es un partido, tal y como ellos dicen, nacionalista españolista. Para ellos, sin duda alguna, es algo evidente: porque se opone a la política de construcción nacional catalana. Pero según ese argumento, un partido laico en un país mayoritariamente católico será entonces, qué sé yo, fundamentalista musulmán. Absurdo claro, porque efectivamente, no se trata de imponer una identidad, sino asegurarse que las instituciones públicas aseguren la libertad individual de cada uno para que sienta la gente lo que le venga en gana en igualdad. Parece fácil, salvo para los que no quieren entender.

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